Hace unas semanas nos depertamos con la noticia de los posibles recortes en la Orquesta de Radiotelevisión Española cuya actividad entonces, estaría condicionada a la temporada de conciertos. Esto haría que estuviese activa desde otoño hasta primavera pasando así su plantilla a ser fija dicontínua. ¿Qué pasa con esto? Una orquesta de estas características se nutre de ciclos de conciertos, actividades didácticas y otros eventos institucionales y especiales que necesitan de una preparación contínua y no sesgada que delimitaría su rendimiento.
´Muchos pensareis, ¡bah! la orquesta no desaparece, solo que se rescinde el periodo de actividad y así ahorramos dinero al erario público (hay muchísimas más maneras de ahorrar, pero no es la temática de este blog ). Pero no es solo eso. Lo que se pierde es algo más importante; el sonido que la indentifica.
Con esto, creo conveniente reflexionar sobre la importancia del sonido. El cómo sonamos, en términos generales más allá del timbre, es lo que nos hace únicos. El sonido es nuestra la identidad. Cada persona, cada instrumento, cada orquesta, cada agrupación musical tiene aquello que les hace diferente a los demás, y no estoy hablando de su repertorio o que tengan en plantilla una legión de virtuosos. La capacidad de un sonido propio solo se consigue mediante años y años de trabajo común, consiguiendo así que las interpretaciones tengan una personalidad propia a través de la identidad sonora. Muchas veces, con solo oir unos compases de una canción ya podemos asociarlo a un interprete o grupo musical porque es su sonido, son ellos.
Conseguir esta identidad es fruto de mucho trabajo y si nos ponemos en el caso de una orquesta sinfónica, no son solo señores y señoras que se sientan a tocar en una misma sala mientras otro señor lleva una batuta, es algo más complicado y denso. La orquesta por si sola es un instrumento a la cual un director saca lo mejor de ella, empastando cada instrumento con otro, día a día, mes a mes, año a año transformando una masa sonora en ese sonido propio que los caracteriza. Así la musicalidad del intérprete va entrelazándose con los demás creando una amalgama de matices que sólo conoce quien lleva toda la vida dedicado a su instrumento. Si esa continuidad se corta, hace que ese instrumento cohesionado , formado y maduro se pueda romper al no poder dedicarle el tiempo necesario para forjar su personalidad en la interpretación de una obra.
Esto es lo que pasa con la orquesta de RTVE, si segmentamos la continuidad de sus sonidos, su indentidad se pierde pasando entonces la orquesta de todos a a ser una completa desconocida.